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julio 19, 2016

Practicar yoga con los bebés

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Es el secreto de una disciplina que, desde hace miles de años, nos enseña a encontrar el equilibrio entre el cuerpo y la mente. Perfecta para los niños.
En una secreta gruta de la india, mientras Shiva enseñaba las posturas de yoga a su mujer, un pez que le estaba espiando, escondido, se puso a imitarle.
Lo hizo tan bien, que pudo transformarse en hombre, convirtiéndose en el primer maestro de yoga de la tierra. Este cuento, que se pierde en la leyenda de hace miles de años, se presta muy bien para transmitir a los niños y a los adultos los fundamentos de una disciplina psicofísica con la que se alcanzan condiciones de gran bienestar para el cuerpo y la mente. Las posturas del yoga se inspiran en los elementos de la naturaleza, explican los expertos.
Animales, plantas, formas, y figuras que permiten a quien las practica entrar en sintonía con el propio cuerpo y, también, como reflejo, con las manifestaciones energéticas que tales posturas recuerdan: por ejemplo, con el coraje de un león, la agilidad de un gato o la firmeza de un árbol.
Se trata de imágenes perfectas para ser comprendidas por los niños, a los cuales el yoga se les enseña como un juego divertido, no competitivo. A los pequeños, más receptivos y dúctiles que los adultos, reciben muchos beneficios a través del yoga: una musculatura, en general, y una columna vertebral, en particular, más fuertes, una postura correcta que reduce las desviaciones y el dolor de espalda, una elevación de las defensas inmunitarias, y un estado de ánimo más sereno y equilibrado. Cómo es posible el secreto está en la respiración, el plana, como se dice en sánscrito, el soplo vital de la energía cósmica. De hecho, el niño aprende a respirar de modo correcto y profundo, con la nariz, y no con la boca abierta, con la barriga, y no únicamente con el tórax.
Esta técnica no sólo mejora el funcionamiento del aparato respiratorio, sino que hace que la mente esté más calmada, porque cuanto más tranquila y regular es la respiración, más se aplacan los pensamientos. Con una cómoda camiseta y pantalones cómodos y de algodón, un par de calcetines o con los pies desnudos: así empiezan los niños los ejercicios más sencillos en el gimnasio.
Pero, una vez aprendidos, pueden seguir practicándolos en casa. Sólo son necesarios unos minutos todos los días para llegar de forma gradual y constante a los resultados: por la mañana, para prepararse y afrontar el día con energía, por la noche, para favorecer la relajación y descargar tensiones. Nuestro pequeño es como un gran árbol desafía la tempestad aunque el viento sople muy fuerte, el árbol no se pliega a la tempestad y permanece anclado al suelo con sus raíces.
Este ejercicio, que imita la postura del árbol, refuerza en el niño el sentido del equilibrio: tanto emocional, si el niño es muy vivaz y nervioso, como físico, si es torpe de movimientos, se tropieza o cae con frecuencia. De pie en el suelo, con los brazos en alto y las manos juntas, el niño se estira hacia arriba, como un árbol que extiende sus ramas hacia el cielo.]]>

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