La inflación encabeza la lista de preocupaciones de la economía y del mundo empresarial. El 77% de los dueños y gestores de empresa la considera su problema número uno, de acuerdo con el estudio ‘Perspectivas España 2022’ de KPMG y la CEOE. Y no es para menos: el conflicto geopolítico de Europa del Este ha catapultado el Índice de Precios al Consumidor (IPC) hasta el 8,5% en Estados Unidos y hasta el 10,4% en España, un escenario inédito en los últimos 30 años que está poniendo en serios apuros a PYMEs y grandes empresas.1
Este fenómeno económico nacido de un desajuste entre la oferta y la demanda se manifiesta con un incremento paulatino del precio de productos y servicios, circunstancia que perjudica la ‘salud’ de las empresas. La reducción de los márgenes, la menor rentabilidad de las inversiones, el encarecimiento de los préstamos, las amenazas regulatorias o la volatilidad de las materias primas son formas en que afecta la inflación a una empresa.
Este ambiente inflacionista ha traído consigo una escalada en los costes empresariales. Según el informe ‘Productivity Squared’ de SS&C Blue Prism, 7 de cada 10 compañías ha reconocido un aumento en dichos costes durante los últimos doce meses. La consecuencia directa es la disminución de los márgenes de beneficios y el empeoramiento de la liquidez a medio y largo plazo.
En el contexto actual, saber cómo combatir la inflación en una empresa es clave para su supervivencia, en especial en los sectores e industrias que más se resienten de este fenómeno, como la construcción, el transporte, la metalurgia o la ganadería.
¿Qué debe hacer una empresa ante la inflación?
Lejos de ser transitoria, la inflación amenaza con instalarse en España y en los países de la Eurozona durante los próximos años, de forma que obviarla es una pésima decisión incluso para las empresas de baja capitalización. Adaptarse a las circunstancias e implementar medidas que contribuyan a aliviar sus efectos es la estrategia a seguir.
Reducir el endeudamiento
La necesidad de frenar la inflación ha impulsado al Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal de EEUU a elevar los tipos de interés. La subida del interés no sólo limitará el acceso del crédito a las familias, sino que acrecentará el peso del endeudamiento en el balance empresarial. Este coste, sumado a un margen de beneficio menguado o inexistente, puede ‘comerse’ la utilidad de cualquier negocio trimestre sí, trimestre también.
Por consiguiente, para las organizaciones lastradas por estas cargas financieras, reducir su endeudamiento debería ser una prioridad.
Hacer stock y acortar los plazos de cobro
La gestión de inventarios es una de las claves para sobrevivir en entornos de fuerte inflación. Dado que el precio de las materias se encarece día tras día, hacer acopio de stock con suficiente antelación es una práctica sencilla pero eficaz para aliviar los efectos de la inflación, mantener la estabilidad de los precios de venta y obtener una ventaja competitiva a medio plazo —eso sí, asumiendo una pérdida de liquidez a corto.
Además, los gestores acertarán al protegerse de la morosidad clientelar que ya empieza a hacerse patente en este contexto. Según datos de la compañía Intrum, el 47% de las empresas españolas considera que la solvencia del consumidor es el mayor desafío del presente ejercicio. Reducir los plazos de cobro o facturar por adelantado son estrategias recomendadas para limitar el impacto de la inflación sobre los márgenes de beneficio.
Reajustar la política de precios
Otro de los paliativos que hacer para contrarrestar la inflación consiste en revisar y reajustar la política de precios. Las continuas subidas salariales que vienen pactándose desde fines de 2021, no han impedido la pérdida de poder adquisitivo del consumidor, una realidad que los gestores de empresa no deben ignorar; de lo contrario, se corre el riesgo de estrangular la tasa de ventas y de acrecentar la precariedad financiera.
Por tanto, las empresas deben estudiar su oferta de productos y servicios y optar por las estrategias más adecuadas para conservar su relación coste-beneficio. En este sentido, abaratar la etiqueta del precio no es una solución para la inflación, dada la naturaleza de este fenómeno; en su lugar, reducir el volumen del producto o economizar su cadena de distribución son estrategias más viables.
Reorientar las inversiones y ajustar la tesorería
La política inversora de negocios en inflación debe replantearse y acomodarse a esta coyuntura económica. Porque este ‘impuesto silencioso’ convierte el exceso de liquidez en un serio problema, por su capacidad para mermar el dinero fíat. Este capital no está seguro bajo el colchón, de modo que las empresas deben mantenerlo invertido en activos capaces de resistir la sacudida de los tipos inflacionarios o de devaluarse menos que el resto.
En concreto, es aconsejable invertir en activos reales vinculados a metales preciosos, materias primas y/o bienes raíces. Aunque la renta variable no es el instrumento más halagüeño a las puertas de una recesión global, determinados valores pueden considerarse un refugio aceptable; por ejemplo, las acciones de empresas del sector farmacéutico, la salud o los suministros básicos, preferentemente con dividendos estables.
La renta fija también debe ser contemplada, por la seguridad que tradicionalmente ofrecen los bonos soberanos de Estados Unidos, Alemania y Japón. Sin embargo, este instrumento está perdiendo adeptos debido a la escasez de sus márgenes. Por su parte, las criptomonedas son percibidas como activos defensivos por una parte de la comunidad inversora. Compañías como Tesla y Square apuestan por el Bitcoin para resistir el envite de la inflación. En cualquier caso, una tesorería ociosa —esto es, aquella que tiene un volumen de saldos muy superior a la cuantía de las deudas y otras obligaciones financieras— es un grave problema en la situación actual.
Estas medidas permitirán a las empresas amortiguar el ‘golpe’ de la actual escala inflacionista, a la espera de que el IPC descienda a niveles habituales y los principales indicadores macro se normalicen. Considerando que una inflación ideal ronda el 2% para el Banco Central Europeo (BCE), a las empresas les espera todavía un largo via crucis.
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Fuentes: